Opinión
Seamos inteligentes y solidarios consumiendo productos locales
Son muchos los colectivos a los que hay que estar agradecidos estos días, sanitarios, fuerzas de seguridad, empleados de limpieza, transportistas… pero hoy quería dedicar este pequeño artículo a los payeses, a los agricultores y ganaderos de Mallorca, que solidariamente van día tras día desinfectando las calles de nuestras ciudades y pueblos.
![[Img #40823]](https://manacormanacor.com/upload/images/03_2020/8321_9404268_670.jpg)
Los agricultores y ganaderos, ese sector primario que tantas veces a pedido auxilio para salvar sus explotaciones, sin ningún éxito, ante la portentosa maquinaria de las multinacionales y las grandes superficies y ante nuestra indiferencia casi siempre, ellos son sin embargo hoy los que desinteresadamente se han brindado a desinfectar nuestras calles y plazas. Ellos, los que no han podido parar de trabajar, porque el campo no tiene días libres ni domingos, ni entiende de confinamientos porque no pueden, ellos tras su jornada laboral completa han cargado con el peso de la desinfección, sin un reproche y solidarios como nadie ante la solicitud de voluntarios por parte de nuestras instituciones. Ellos nos han dado la mano, ellos a los que tantas veces se ha despreciado sin motivo, muchas veces solo por ignorancia o esnobismo.
Solidaridad es ayudar sin esperar nada a cambio. La sociedad mallorquina no es consciente de la importancia del sector primario para nuestra sociedad, este sector es vital para nuestra subsistencia y nuestra economía, los productos criados y elaborados aquí significan el principio básico de autoabastecimiento, y un pueblo o una sociedad no será libre nunca si no es capaz de generar su propia alimentación. La carencia de producción propia en este sentido nos hace débiles y dependientes.
Sus productos agrícolas y ganaderos deberían ser los que compráramos todos los mallorquines sin excepción, esos deberían ser con los que llenáramos la cesta de la comprar y no los de “importación”, por muchos motivos.
Primero porque debemos apoyarlos como ellos nos apoyan ahora. El segundo es que apoyándolos a ellos apoyamos también el pequeño comercio, un pequeño comercio que resiste a duras penas ante las ofensivas de las grandes superficies. Las grandes superficies, debemos reconocerlo, prefieren traer productos de fuera…por su rentabilidad y sus precios, pero sin explicarnos como se cultivan ni como se elaboran.
Frente a ello hay que sacar el corazón de pueblo, las raíces de nuestra sociedad para hacer frente a la invasión alimenticia que sufrimos día a día. Si queremos salir adelante debemos ser autosuficientes y podemos serlo, estar seguros de ello podemos ser autosuficientes, si aprendemos de nuevo a amar el campo y dejamos de abandonar nuestras tierras, por ello debemos mimar a nuestros agricultores y ganaderos comprando sus productos.
Nuestros productos maduran en nuestra tierra, no se recogen verdes y se transportan en cámara frigoríficas, los nuestros son recogidos en el momento óptimo para su consumo, con ello podemos recatar de nuevo el sabor, los aromas, la frescura y las texturas en nuestra alimentación.
Algo que muchos quizás no saben es que tanto en agricultura como en ganadería Europa tiene unas normativas bastante férreas en cuanto a que productos fitosanitarios puedes aplicar en la cría de ganado o en agricultura. Los países que no pertenecen a Europa no tienen esa normativa. Y ahí viene una más de los absurdos de Europa. Se permite vender en Europa los productos fabricados o producidos aquí solo si cumplen nuestra normativa, pero a los demás países se les permite vender lo producido producidos fuera sin ninguna normativa. Por lo tanto, los que viene de fuera de Europa vaya usted a saber con qué y cómo han sido producidos y con que productos fitosanitarios han sido tratados, ni tan siquiera sabemos si han guardado el tiempo de espera preceptivo tras su aplicación. Hace pocos días un medio informativo publicaba un escalofriante artículo sobre unos análisis efectuados a unas naranjas de procedencia africana. Pues bien, el análisis concluía con que esta fruta contenía traza de 50 sustancias prohibidas en Europa. Sin embargo, su comercialización estaba permitida. Cabe mayor absurdo. Así es Europa.
Los productos criados o cultivados aquí son sin ningún género de dudas, los más sanos y los más recomendables. Por ello intentemos por lo menos un cambio de vida, un cambio de actitud, démosles vida a nuestros payeses, ganaremos en seguridad y al mismo tiempo volveremos a disfrutar de nuestros olores y sabores, tan característicos de nuestra tierra y del campo mallorquín.
Seamos consciente de que esta pandemia puede ser solo el principio, nadie nos asegura que sea el fin de nuevos retos, aprendamos a valorar y cuidar lo nuestro, situaciones como las de estos días son idóneas para recapacitar y ver lo equivocados que íbamos, una manzana por ejemplo, no hace falta que sea una obra de arte, no hace falta que sea perfecta, no hace falta que tenga esos colores llamativos e indescriptibles, su valor no es ese, es su perfume, su sabor y esto hace tiempo que todos lo sabemos, apreciemos lo nuestro aunque no tenga esa forma perfecta, ni ese color especial, lo importante como siempre es el fondo, lo que transmite la salud y tierra, salud y proximidad, salud y supervivencia. Veamos nuestros productos como si seres humanos, la superficialidad los hace vacíos, en cambio un interior rico trasmite emociones y sentimientos que te llenan de vida.
Permitirme una licencia final, quien no ha hecho caldo de un pollo o gallina criado en uno de los muchos gallineros familiares que existen, quien no ha comido una tortilla de patatas con huevos caseros… Hace falta decir más…Por cierto, ¿Alguien ha comido uno de ellos pollos caseros, acaso tienen sus carnes el color artificial que les dan en las grandes superficies a los pollos caseros? ¿Cuándo un pollo campero ha tenido ese color de carne?...imagínense pues y comparen. O mejor dicho reflexionen ahora que hay tiempo y al salir de esta “penitencia” no cometamos los mismos errores. Al igual que defendemos nuestra cultura, nuestras raíces y nuestra lengua, por ejemplo, defendamos nuestro sector primario el que nos ofrece mejores productos, de más calidad y mucho más saludables. Defender esto es también hacer país, es hacer pueblo. Hacer que la vida vuelva al campo mallorquín, es en definitiva hacer de nuestras raíces una fuente de vida nueva y una seguramente una sociedad mejor, una sociedad que tiene que despertar del letargo y valorar la proximidad, la cercanía y lo autóctono como símbolos inequívocos de país e independencia.
Los agricultores y ganaderos, ese sector primario que tantas veces a pedido auxilio para salvar sus explotaciones, sin ningún éxito, ante la portentosa maquinaria de las multinacionales y las grandes superficies y ante nuestra indiferencia casi siempre, ellos son sin embargo hoy los que desinteresadamente se han brindado a desinfectar nuestras calles y plazas. Ellos, los que no han podido parar de trabajar, porque el campo no tiene días libres ni domingos, ni entiende de confinamientos porque no pueden, ellos tras su jornada laboral completa han cargado con el peso de la desinfección, sin un reproche y solidarios como nadie ante la solicitud de voluntarios por parte de nuestras instituciones. Ellos nos han dado la mano, ellos a los que tantas veces se ha despreciado sin motivo, muchas veces solo por ignorancia o esnobismo.
Solidaridad es ayudar sin esperar nada a cambio. La sociedad mallorquina no es consciente de la importancia del sector primario para nuestra sociedad, este sector es vital para nuestra subsistencia y nuestra economía, los productos criados y elaborados aquí significan el principio básico de autoabastecimiento, y un pueblo o una sociedad no será libre nunca si no es capaz de generar su propia alimentación. La carencia de producción propia en este sentido nos hace débiles y dependientes.
Sus productos agrícolas y ganaderos deberían ser los que compráramos todos los mallorquines sin excepción, esos deberían ser con los que llenáramos la cesta de la comprar y no los de “importación”, por muchos motivos.
Primero porque debemos apoyarlos como ellos nos apoyan ahora. El segundo es que apoyándolos a ellos apoyamos también el pequeño comercio, un pequeño comercio que resiste a duras penas ante las ofensivas de las grandes superficies. Las grandes superficies, debemos reconocerlo, prefieren traer productos de fuera…por su rentabilidad y sus precios, pero sin explicarnos como se cultivan ni como se elaboran.
Frente a ello hay que sacar el corazón de pueblo, las raíces de nuestra sociedad para hacer frente a la invasión alimenticia que sufrimos día a día. Si queremos salir adelante debemos ser autosuficientes y podemos serlo, estar seguros de ello podemos ser autosuficientes, si aprendemos de nuevo a amar el campo y dejamos de abandonar nuestras tierras, por ello debemos mimar a nuestros agricultores y ganaderos comprando sus productos.
Nuestros productos maduran en nuestra tierra, no se recogen verdes y se transportan en cámara frigoríficas, los nuestros son recogidos en el momento óptimo para su consumo, con ello podemos recatar de nuevo el sabor, los aromas, la frescura y las texturas en nuestra alimentación.
Algo que muchos quizás no saben es que tanto en agricultura como en ganadería Europa tiene unas normativas bastante férreas en cuanto a que productos fitosanitarios puedes aplicar en la cría de ganado o en agricultura. Los países que no pertenecen a Europa no tienen esa normativa. Y ahí viene una más de los absurdos de Europa. Se permite vender en Europa los productos fabricados o producidos aquí solo si cumplen nuestra normativa, pero a los demás países se les permite vender lo producido producidos fuera sin ninguna normativa. Por lo tanto, los que viene de fuera de Europa vaya usted a saber con qué y cómo han sido producidos y con que productos fitosanitarios han sido tratados, ni tan siquiera sabemos si han guardado el tiempo de espera preceptivo tras su aplicación. Hace pocos días un medio informativo publicaba un escalofriante artículo sobre unos análisis efectuados a unas naranjas de procedencia africana. Pues bien, el análisis concluía con que esta fruta contenía traza de 50 sustancias prohibidas en Europa. Sin embargo, su comercialización estaba permitida. Cabe mayor absurdo. Así es Europa.
Los productos criados o cultivados aquí son sin ningún género de dudas, los más sanos y los más recomendables. Por ello intentemos por lo menos un cambio de vida, un cambio de actitud, démosles vida a nuestros payeses, ganaremos en seguridad y al mismo tiempo volveremos a disfrutar de nuestros olores y sabores, tan característicos de nuestra tierra y del campo mallorquín.
Seamos consciente de que esta pandemia puede ser solo el principio, nadie nos asegura que sea el fin de nuevos retos, aprendamos a valorar y cuidar lo nuestro, situaciones como las de estos días son idóneas para recapacitar y ver lo equivocados que íbamos, una manzana por ejemplo, no hace falta que sea una obra de arte, no hace falta que sea perfecta, no hace falta que tenga esos colores llamativos e indescriptibles, su valor no es ese, es su perfume, su sabor y esto hace tiempo que todos lo sabemos, apreciemos lo nuestro aunque no tenga esa forma perfecta, ni ese color especial, lo importante como siempre es el fondo, lo que transmite la salud y tierra, salud y proximidad, salud y supervivencia. Veamos nuestros productos como si seres humanos, la superficialidad los hace vacíos, en cambio un interior rico trasmite emociones y sentimientos que te llenan de vida.
Permitirme una licencia final, quien no ha hecho caldo de un pollo o gallina criado en uno de los muchos gallineros familiares que existen, quien no ha comido una tortilla de patatas con huevos caseros… Hace falta decir más…Por cierto, ¿Alguien ha comido uno de ellos pollos caseros, acaso tienen sus carnes el color artificial que les dan en las grandes superficies a los pollos caseros? ¿Cuándo un pollo campero ha tenido ese color de carne?...imagínense pues y comparen. O mejor dicho reflexionen ahora que hay tiempo y al salir de esta “penitencia” no cometamos los mismos errores. Al igual que defendemos nuestra cultura, nuestras raíces y nuestra lengua, por ejemplo, defendamos nuestro sector primario el que nos ofrece mejores productos, de más calidad y mucho más saludables. Defender esto es también hacer país, es hacer pueblo. Hacer que la vida vuelva al campo mallorquín, es en definitiva hacer de nuestras raíces una fuente de vida nueva y una seguramente una sociedad mejor, una sociedad que tiene que despertar del letargo y valorar la proximidad, la cercanía y lo autóctono como símbolos inequívocos de país e independencia.
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