Manacor
Las bellas y sencillas flores de antaño aún hoy nos trasmiten muchos sentimientos desde el recuerdo
Quizás pocos hayan caído a pensar en que se diferencian las costumbres de la Fiesta de Todos los Santos de hoy y la de nuestros abuelos de ayer.
![[Img #10910]](upload/img/periodico/img_10910.jpg)
En muchas, en muchas cosas se diferencian, pero una de las que más me llama la atención es en las flores de antaño y las de hoy, las de hoy hermosas y perfectas, llenas de colorido y matices aunque quizás sin personalidad, las de ayer mucho más mas personales, más tiernas, menos coloristas y con un cierto aire de imperfección, pero quizás más cargadas de auténticos sentimientos y queridos recuerdos.
Antes muchas familias tenían sembradas sus propias flores, especialmente los crisantemos, las familias más pobres eran crisantemos sencillos, las más pudientes sembraban crisantemos de bola que les llamaban o de aguja, ejemplares que requerían una mayor dedicación. Los payeses que tenían puesto en el mercado sembraban más de los que necesitaban y los sobrantes los llevaban a vender al mercado.
![[Img #10909]](upload/img/periodico/img_10909.jpg)
Recuerdo que de un año tras otro mi abuela reconocía a las autoras de los ramos depositados en la tumba familiar, por la forma como estaban hechos y por las flores de que constaba. Eran los ramos de la familia, unos mejor otros peor, depende de cómo era el recuerdo del difunto, y de si el ramo era testimonial o con sentimiento, o también de cómo era la autora del mismo si más cuidada o más “trasto”. Digo la autora, porque antaño, a esta tradición le daban vida las mujeres.
Las gentes más ricas, que tenían mejores tumbas, solían colocar las flores en jarrones, los mas humildes lo hacíamos en ramos de flores depositados sobre la tumba, solíamos poner unas ramas verdes de ”mata” para poder dar más juego a las flores, atábamos los ramos con hilo blanco si había o si no del que se utilizaba para los menesteres de la matanza, y como ello no quedaba muy estético se recubría la atadura con un papel. En fin eran otros tiempos, quizás más humanos y menos rendidos al poder de don dinero, que marca mucho más las diferencias entre pobres y ricos, aunque sea en esa parcela tan sensible como son los sentimientos y las emociones.
Paseando por el mercado de Manacor esta mañana he visto en una parada dos cubos repletos de estas flores que me han recordado al pasado. Dicen que los recuerdos pueden volver en cualquier instante de la vida. Hoy quizás ha sido uno de ellos.
![[Img #10910]](upload/img/periodico/img_10910.jpg)
En muchas, en muchas cosas se diferencian, pero una de las que más me llama la atención es en las flores de antaño y las de hoy, las de hoy hermosas y perfectas, llenas de colorido y matices aunque quizás sin personalidad, las de ayer mucho más mas personales, más tiernas, menos coloristas y con un cierto aire de imperfección, pero quizás más cargadas de auténticos sentimientos y queridos recuerdos.
Antes muchas familias tenían sembradas sus propias flores, especialmente los crisantemos, las familias más pobres eran crisantemos sencillos, las más pudientes sembraban crisantemos de bola que les llamaban o de aguja, ejemplares que requerían una mayor dedicación. Los payeses que tenían puesto en el mercado sembraban más de los que necesitaban y los sobrantes los llevaban a vender al mercado.
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Recuerdo que de un año tras otro mi abuela reconocía a las autoras de los ramos depositados en la tumba familiar, por la forma como estaban hechos y por las flores de que constaba. Eran los ramos de la familia, unos mejor otros peor, depende de cómo era el recuerdo del difunto, y de si el ramo era testimonial o con sentimiento, o también de cómo era la autora del mismo si más cuidada o más “trasto”. Digo la autora, porque antaño, a esta tradición le daban vida las mujeres.
Las gentes más ricas, que tenían mejores tumbas, solían colocar las flores en jarrones, los mas humildes lo hacíamos en ramos de flores depositados sobre la tumba, solíamos poner unas ramas verdes de ”mata” para poder dar más juego a las flores, atábamos los ramos con hilo blanco si había o si no del que se utilizaba para los menesteres de la matanza, y como ello no quedaba muy estético se recubría la atadura con un papel. En fin eran otros tiempos, quizás más humanos y menos rendidos al poder de don dinero, que marca mucho más las diferencias entre pobres y ricos, aunque sea en esa parcela tan sensible como son los sentimientos y las emociones.
Paseando por el mercado de Manacor esta mañana he visto en una parada dos cubos repletos de estas flores que me han recordado al pasado. Dicen que los recuerdos pueden volver en cualquier instante de la vida. Hoy quizás ha sido uno de ellos.




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