Salvando las distancias, el proceso de concreción ideológica y organización interna de Podemos ofrece analogías con el del PSOE de Felipe González desde que fue legalizado hasta la victoria electoral de 1982. Sin forzar la memoria, siguen claros el clima de recelo que rodeaba a los socialistas en su irresistible escalada al poder, las tensiones en la decantación del liderazgo unipersonal, la descarga de radicalismos doctrinarios, la gradual vigilancia del lenguaje en los enfrentamientos parlamentarios o mitineros y, en general, la adopción de una ética y una estética consonantes con las de la socialdemocracia europea.
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